-Intente olvidarse de la culpa, es un sentimiento totalmente inútil, otra cosa es asumir la responsabilidad sobre nuestras decisiones y las consecuencias que de estas se deriven. Culparse a sí mismo significa atacar la propia autoestima. Culpar a los demás significa en muchas ocasiones quedarnos paralizados y no afrontar el problema, hacerse la víctima solo le llevará en alguna ocasión a provocar lástima, y rechazo en otras.
-Hay que intentar eliminar de nuestro vocabulario las expresiones “debería”, “tendría que” o “habría que”, denotan inflexibilidad en nuestras forma de percibir tanto nuestro comportamiento como en el de los demás. Si cargamos nuestra vida con deberes u obligaciones, cada vez que no las cumplamos probablemente aparecerá el sentimiento de culpa que acabamos de mencionar. Son mucho más acertadas las expresiones “sería bueno”, “me gustaría”, “trataré de” etc.
-Cuidado, los sentimientos nos pueden mentir: lo que sentimos depende enteramente de lo que pensamos. Como llevamos viendo en todos los capítulos anteriores, si nuestros pensamientos son erróneos, nuestros sentimientos también lo serán. Es decir, si siento que la vida es “una mierda”, no puedo llegar a la conclusión de que ciertamente esto es lo que es, sino, tengo que analizar mis pensamientos y valorar cuales son los errores que puedo estar cometiendo, probablemente “el filtraje”, solo me estoy fijando en los aspectos negativos de la realidad, obviando los positivos.
-Nuestra vida depende de nosotros únicamente. La felicidad depende de cada persona, y más propiamente, de cada una de las decisiones tomadas. Hemos de decidir si me voy o me quedo, si trabajo de peluquera o de electricista, si digo sí o no. Los demás no son responsables de nuestro malestar, pero tampoco de nuestro bienestar, es peligroso pedirle a alguien algo que le haga feliz a usted, primero porque la gente se resiste cuando se la presiona para que cambie y porque si cambia, a menudo genera resentimiento hacia la persona que le empujó a cambiar, además que dejamos en manos de otro nuestra propia felicidad.
-Fuera la etiquetas: siempre que etiquetamos nos equivocamos. Hay que intentar señalar la conducta concreta, la actitud determinada en una situación. Por ejemplo: sustituir “eres un vago”, por “te cuesta de forma especial ponerte a estudiar”, “eres un cerdo”, por “ “me molesta que dejes la cocina sin recoger”, “eres un egoísta” por “ creo que en este momento no estás tomando en cuenta mi posición”
-Es científicamente imposible que uno siempre tenga la razón. Cuando “hay que tener razón siempre”, no se escucha a los demás, no se quiere escuchar por si acaso tiene que llegar a la conclusión de que podía estar equivocado y esto dañaría su autoestima. Intente escuchar de forma activa, es decir repitiendo lo que se cree que se está escuchando, para comprobar si se está entendiendo bien lo que el otro está diciendo. Recordemos que los demás personas creen tan firmemente lo que están diciendo, como usted cree en sus convicciones, y que no siempre existe una única respuesta correcta. Hay que concentrarse en descubrir lo que se puede aprender de la opinión de los demás.
-No esperen una recompensa futura. Elija el tipo de vida que quiera vivir, aquella que le recompense en el momento presente, esto hará probablemente que sea una persona satisfecha y equilibrada, capacitándola para ayudar a los demás siempre que quiera. La idea de sacrificarse por los demás es totalmente irracional, casi nunca los demás nos piden esto, somos nosotros los que lo hacemos voluntariamente, pero esperamos un cheque a cambio, que la mayoría de la veces no llega. No vivir como realmente nos gustaría, hace en muchas ocasiones que seamos personas resentidas y amargadas, a las que a nadie les gusta su compañía.